Cuando voy de compras al supermercado coreano, que está a unos 30 minutos, siempre me llevo algunos artículos imprescindibles: los brotes de soja y el tofu. El tofu es genial porque su empaque asegura que dure bastante sin necesidad de ir a la tienda con frecuencia, aunque su larga vida útil a veces me pone un poco nerviosa. Aun así, vale la pena por la ocasional olla de doenjang jjigae (estofado de pasta de soja). El verdadero desafío, sin embargo, son los brotes de soja. Tienden a ponerse blandos muy rápido. Una noche, justo antes de acostarme, de repente recordé los brotes de soja que había comprado hacía unos días. Me levanté de un salto, corrí a la cocina y comencé a juntar los brotes de soja y los pasteles de pescado. Mi hijo, que es muy noctámbulo, incluso más que yo, preguntó: ‘¿Vienen invitados mañana?’ ¡Jaja, de ninguna manera! ¿Invitados en estos tiempos? ¡Mamá solo está tratando de salvar una bolsa de brotes de soja a esta hora tan intempestiva! Al día siguiente, mi hija probó el estofado de brotes de soja que había preparado y se enamoró perdidamente de él. Durante más de dos semanas, lo he estado haciendo casi sin parar. ¡Es una historia agotadora pero gratificante! Este plato, simple pero increíblemente delicioso, es un testimonio de lo ingeniosa que puede ser la cocina casera coreana.