Me trae recuerdos de aquellas noches de invierno largas y frías, cuando la nieve caía hasta la cintura en nuestra humilde casa de techo de paja en un pueblo de montaña. Nos acurrucábamos alrededor del brasero, comiendo buñuelos de sorgo. Vuelven a mi memoria los recuerdos de jugar con mi hermano pequeño, pincharle el ombligo con una varilla metálica caliente, lo que le hacía llorar. Mamá me regañó, sintiendo que era injusto ya que solo tenía seis años y no sabía que la varilla estaba caliente. Afortunadamente, no se lastimó gravemente y era un buen chico, así que no lloró demasiado. Tenía una pequeña cicatriz como un punto, pero probablemente ya ha desaparecido después de tantos años. Mi madre, de 90 años, todavía recuerda vívidamente ese incidente.
¡Esta receta trae de vuelta esos cálidos recuerdos, combinando la textura pegajosa del sorgo pegajoso con el dulce relleno de frijol rojo. ¡Vamos a recrear los sabores de la infancia!